lunes, 24 de noviembre de 2008

Santana - Soul sacrifice

Con la que está cayendo por estos lares en los últimos días y lo que se anuncia que puede caer en los próximos, me he acordado del que seguramente sea el festival de música más conocido de todo el mundo: El festival de Woodstock del año 1969.

Hace ya casi 40 décadas un grupo de jóvenes de unos 25 años decidió organizar un festival con la intención de obtener el dinero suficiente para montar su propio estudio de grabación. Para ello se propusieron unos objetivos nada modestos de conseguir llevar al festival a unos 60.000 espectadores. Con ese fin contrataron a algunos de los mejores grupos y artistas de la época como Janis Joplin, Creedence Clearwater Revival o Jimi Hendrix, así como a otros que no lo eran tanto, como es el caso de Santana.

El problema, y a raiz de ello la popularidad del evento, surgió por la perfecta promoción que hicieron los organizadores. Y es que a veces lo perfecto se convierte en lo contrario a adecuado. Si su objetivo eran 60.000 personas, su llamamiento convenció a 750.000, del cual un tercio no pudo llegar al festival por las caravanas que se crearon. A todo aquel a quien 750.000 personas no le parezcan tanto le invito a que me diga ciudades españolas con semejante población. ¿Estamos ya todos convencidos? Seguimos.

El caso es que la meteorología no acompañó, hasta el punto en el que todo el terreno donde se situaba el festival se convirtió en un barrizal. La situación llegó a tal límite que hubo hasta helicópteros lanzando ropa seca a los espectadores. De todas formas, por lo que parece no llovió lo suficiente como para humedecer los porros y demas drogas que se metió al cuerpo el respetable. Si es que cuando a alguien le importa algo...Vaya caritas tenía el personal.

Además de por todo lo contado, el festival pasó a la historia por las actuaciones que se pudieron presenciar en el mismo. Por ejemplo, Santana (no tenía disco alguno en el mercado por aquel entonces)se dio a conocer allí y no es para menos. Personalmente, es una de las mejores que haya visto un servidor en su vida. Una fusión de culturas, músicas, sensaciones y talentos de unos 9 minutos de duración, en los que los protagonistas se pasan la pelota los unos a los otros como el Dream Team de Michael Jordan en Barcelona 92. Un lujo.

Espero que os guste.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Enrique Bunbury - El hombre delgado que no flaqueará jamás


El jueves pasado me llegó un mail informándome de que me había tocado una invitación para el concierto del sábado de Enrique Bunbury en San Sebastián. ¿Una invitación? ¿No podían ser dos?. Le pregunté qué hacer al reflejo de la pantalla de mi ordenador y esa persona que tan importante es para mí contestó: Claro que vamos.

Nunca he sido un fan de Bunbury, como tampoco de Héroes del Silencio, pero últimamente me había empezado a gustar y tenía el último disco. Y allá fuimos, deseando que el concierto terminase de convencerme de que, sí, Bunbury me gusta y mucho.

Llegué y me sorprendió ver que el recinto no se iba a llenar. Acudía convencido de que con todos los incondicionales que Enrique tiene, si no se llenaba andaría cerca la cosa, pero no. Crisis? What crisis?

A las diez en punto de la noche salió al tablón el protagonista principal, ese cantante con aires a Jim Morrison y voz que certifica que de pequeño escuchó un buen rato a Raphael. Empezó el concierto con el Club de los imposibles, club del cual podría ser socio fundador. ¡Qué tio!

Continuó el espectáculo con "La señora hermafrodita" y "Bujías para el dolor", confirmando que se trababa de un concierto de Rock&Roll. Sin embargo, después de algunas canciones guitarreras llegaron otras de un estilo radicalmente distinto y que a mí personalmente me parecen de lo mejor de este artista. Se corrió un enorme telón rojo detrás de la banda y llegaron canciones como "Sácame de aquí", "Todos lo haremos mejor en el futuro", "El extranjero", "Desmejorado" o "Me calaste hondo". Canciones que a mí por lo menos me traen a la mente esas escenas de película en las que se junta la peor gente, a las peores horas y en el peor sitio. Todos alrededor de la barra y unidos por el whiskey sin hielos mientras una banda toca canciones sin que nadie le preste atención.

Y fue desaparecer el telón rojo y volver de nuevo los acordes más rockeros con el polémico single "El hombre delgado que no flaqueará jamás". Bunbury volvía con sus temas más contundentes haciendo una clara "Apuesta por el Rock&Roll" para después acabar el concierto con canciones más íntimas como "Canto" o "El tiempo de las cerezas", canción con la que concluyó el concierto.

Salí del recinto caminando hacia mi coche con una conclusión muy clara. Este hombre es un artista como la copa de un pino. Se puede apreciar que ha mamado todo tipo de músicas, llegando a contagiarse de pequeños detalles de cada estilo. Y eso se ve y se oye. Bunbury, de lux.